ESCRIBIR LO QUE SE VIVE Y VIVIR LO QUE SE ESCRIBE
Jesús Valencia, junio de 2011
Entre la Sexta y la Septima Edición del Certamen “SAGRARIO RESANO”
Comenzaré esta Comunicación desvelando tres pequeñas confidencias. La primera, que acepté con agrado y sin demora la invitación que me hiciera Jesús para participar en este acto. Lo entendí como una colaboración literaria, y sobre todo humana, al trabajo metódico que realiza la Asociación Cultural Txantrean Auzolan. Organismo que tuvo la feliz idea de caracterizar este Certamen con el nombre de Sagrario Resano casi desde el primer momento en que ella se nos fuera. Desde estas lineas mi aplauso y estímulo a los miembros de la Asociación y a todas aquellas personas que han participado en las anteriores ediciones de este Certamen. La segunda cofidencia, que he realizado este viaje al encuentro con Sagrario en muy grata compañía; le propuse a Carmen, mi compañera, que me acompañase en este recorrido ya que ambos seguimos recordando la amistad de Sagrario como un preciado tesoro. Tomamos la colaboración solicitada como el reencuentro con la amiga ausente y así es como ambos nos pusimos en camino ordenando pensamientos y compartiendo vivencias. La tercera confidencia, que estas líneas pretenden ser una invitación para que todos los aquí presentes disfrutemos con la memoria de Sagrario y aceptemos su propuesta. Ella nos hablará desde “Al otro lado de la luz”, selección de algunos de sus textos que Jesús, Xabier y Ander publicaron en junio del 2005.
Escribir es un ejercicio de lucidez y de amor. Supone tener la perspicacia suficiente como para ir captando, momento a momento, todo lo que nos rodea y nos envuelve. Descubrir la polifonía y policromía de las cosas que aparecen ante nuestra atónita mirada; sobre todo de las más pequeñas, las que por su insignificancia pudieran pasar desapercibidas. La lucidez de la que estoy hablando permite captar los insondables misterios del ser humano: sus alegrías y pesadumbres, sus amores y odios, sus sueños y sus fracasos. Todos ellos conforman la riqueza de una humanidad que continuamente nos interpela y nos enriquece. Hechos, a veces, colectivos y espectaculares. Sucesos, otras muchas veces, vividos sin estridencia, en la callada intimidad del ser.
Sagrario escribía mucho y escribía bien. Aquel ejercicio respondía a un deseo, casi a una necesidad, que brotaba irresistible de su sorprendente lucidez. “No gozo simplemente por contemplar un arbol; desearía saber qué sienten sus raíces, preguntarme por el silencio que guarda tan lleno de las cosas que ha visto, por las personas que en otros tiempos se sentaron junto a él. Me gusta el contemplar sus hojas y sus ramas y mirar también los trocitos de cielo que se ven lejos, tras ellas”. Cuántas veces la vimos observar y callar, callar y sonreír, sonreír y hablar. Era fácil adivinar que sus palabras iban a nacer cargadas de contenido; que eran el fruto de una observación minuciosa, de una reflexión concienzuda, de una elaboración personalizada.
He dicho al comenzar esta comunicación que la literatura es un ejercicio de amor. Es el aporte de una persona que observa el mundo desde la cercanía, que escudriña al ser humano desde la ternura, que vive los acontecimientos implicándose en ellos. Sagrario no leía la prensa llevada por la mera curiosidad informativa. Guardaba los ejemplares de Egin y, pasados unos días, se sumergía en aquel legajo de papeles con la tijera en ristre. Seleccionaba las noticias y, una vez recortadas, las iba guardando en aquellas carpetas perfectamente clasificadas. No era la clasificación fría de una archivera. Era el esmero de quien depositaba en cada una de las secciones de cada una de las carpetas algo de su infatigable corazón: la lucha de las clases trabajadoras, de las mujeres maltratadas, de los pueblos oprimidos… “No puedo evitar el preguntarme por qué es posible que en una tierra tan bella y fértil (se estaba refiriendo a Ecuador) exista tanta miseria, por qué la gente es tan humilde que casi no se considera nada, por qué beben los hombres tanto y maltratan a sus mujeres, por qué los ricos viven con tan enormes contrastes jinto a las chabolas de los demás, por qué los niños juegan junto a las aguas cenagosas, por qué tienen las caritas tristes”. En cada uno de aquellos archivadores iba guardando un fragmento de su vida vinculado con aquellos recortes de papel. Ni la lectura ni la escritura ni las relexiones de Sagrario eran neutras porque ella nunca lo fue.
Fue una mujer que amó y que amó apasionadamente. “Creo en el amor por encima de todo…Amo la vida, la tierra, las personas pero no sólo por encima; me gusta, me sale y necesito adentrarme en ellas” Amó a su familia, a Jesús, a Xabier y a Ander; nos amó a quienes tuvimos la suerte de ser sus amigas y amigos; a quienes encontramos en el hogar de la pareja una acogida entrañable que nunca hemos olvidado; amó de forma preferente a quienes más sufrían, ya estuvieran cerca o lejos. Se amó a si misma como persona y como mujer. Su amor fue cada vez más libre y reivindicativo. Siempre audaz, siempre crítico, siempre innovador. No se ajustó a los estrechos patrones que marcan las costumbres sociales o los requerimientos institucionales “No me gusta actuar como señalan las normas ni dejar de sentarme en el suelo porque todos se sienten en las sillas”. Se aferró a los muchos compromisos a los que nunca falló pero no soportó las amarras de las que siempre trató de liberarse.
Sagrario amó, soñó y sufrió. Vista desde la distancia que da el tiempo, su experiencia nos trae a la memoria aquel pensamiento de un clásico castellano: “Si no quieres sufrir, no ames y, si no amas ¿para qué quieres vivir?”. La vida de Sagrario fue tan intensa como dura y tan dolorosa como rica. Fue breve ya que la exprimió tanto que la agotó pronto.
Esta es la mujer que da nombre al Certamen Literario que hoy celebramos. Sus apuntes, poemas, prosas, actuaciones…no se pueden interpretar acertadamente sin conocerla a ella. No fueron un pasatiempo en su vida, fueron la expresión más elaborada de su vida misma. Recopilarlos debió de ser tarea complicada; imitarlos, misión imposible. El espíritu de Sagra que nos acompaña esta tarde se rebelaría contra cualquiera que intentase encasillar sus trabajos literarios. La belleza y profundidad que proyecta la fotografía de la invitación la hemos interpretado Carmen y yo como una sugerencia a quienes nos hemos reunido hoy. Porque la conocímos muy de cerca nos atrevemos a intuir lo que ella nos sugiere. Nos propone vivir con intensidad, querer con pasión, soñar con audacia, comprometernos con decisión, recrearnos diariamente con valentía, expresarnos con libertad….¿Como? La literatura puede ser texto escrito, palabra pronunciada, gesto, postura, actuación… Admite muy distintas modalidades y requiere que cada uno elija aquella en la que mejor se expresa. “Deseo compartir lo que soy, mis sentimientos, mis anhelos, locuras y miedos cuando los tengo. Deseo que mi alma pueda abrirse a su lado y que me escuchen con amo; necesito ser valorada, tenida en cuenta”. Para ella, la vida era un ejercicio literario y la literatura, una exigencia vital. Mensaje recibido. Gracias Sagrario.
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